Una de las grandes apuestas de la Casa Blanca a las empresas dedicadas al diseño y desarrollo de energía fotovoltaica durante este 2011 fue sin dudas, la empresa Solyndra. Sin embargo, a pesar de recibir un apoyo financiero del estado por más de 500 millones de dólares (unos 378 millones de euros), a finales de agosto esta empresa presentó quiebra. Hasta aquí la historia y ahora comienza el debate: ¿Es posible que una maravilla de la ingeniería (como se presentaban los paneles Solyndra) puedan sucumbir ante el canibalismo asiático y su abaratamiento de costos? ¿Hubo impericia en el desarrollo sabiendo que no lograrían un producto económicamente competitivo? ¿Fue una estafa a nivel gubernamental? Analicemos el producto (los paneles fotovoltaicos) y tratemos de comprender los motivos de su debacle. De este análisis puede surgir la comprensión de lo que nos sucede a muchos países “tecnológicamente dependientes”.
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